Debemos creer en el Dios de quien nos habla la Biblia, en un Dios grande y poderoso. No podemos creer en alguien que tiene limitaciones, nuestro es grande y poderoso; tan grande como el ancho, tan alto como el infinito universo. Así es nuestro Dios. Grande es nuestro Dios. Eterno es Dios, porque no tiene limitaciones. En ese Dios debemos creer.
Ese Dios de la Biblia es fiel a su palabra, no fallará, porque su palabra es verdad y no es mentira; por lo cual dicen los salmos: “dichoso el hombre que confía en él”. Bienaventurado bendecido será quien siempre pone su mirada en un Dios grande como el nuestro, quien hace obras grandes para gloria de su nombre. Debemos creer en él, en su palabra.
Él nos llamó con un propósito, para que le alabemos, para que le glorifiquemos, para que seamos testigos de su gloria. Hemos sido llamados a heredar su gloria, tal cual dice el siguiente pasaje, romanos 8
16
El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
17
Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados
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